lunes, 1 de febrero de 2010

EL MAR DEL TIEMPO PERDIDO

RESUMEN
EL MAR DEL TIEMPO PERDIDO

GABRIEL GARCIA MARQUEZ



En un pueblo situado al lado del mar vivía Tobías. Por las noches no dormía a causa de los cangrejos. En una noche de insomnio, la brisa del mar comenzó a oler a rosas, algo muy extraño ya que el mar olía a putrefacción. Al día siguiente hablo con Clotilde, pero ella no se percató de nada. Petra, la esposa de Jacob, se dio cuenta del cambio del aire y sospechó que se iba a morir. Le pidió a su marido que la enterrase viva para asegurarse que no la echarían al mar. Jacob pidió consejo a don Máximo Gómez, quien enterraría viva a su mujer sin pensárselo. Para convencer a su mujer de que no se iba a morir, buscó a alguien que hubiera sentido ese mismo olor. Y ese era Tobías. Posteriormente fue a charlar con su esposa, pero no logró convencerla. Desde entonces, Tobías empezó a vigilar el mar esperando a que algún día llegase de nuevo el olor.



Y así lo hizo… Entonces, Tobías despertó a todo el pueblo, y aquella noche muchos se quedaron a dormir en la playa recordando.
Catarino estaba reparando la ortofónica porque esperaba visita, pero no lo consiguió, así que se lo pidió a Pancho Aparecido. La música que se oía hizo pensar en los recuerdos durante un rato. Cuando acabó la música, el olor volvió a aparecer… Cuando Jacob se fue a acostar recordó a Petra, mientras el pueblo seguía recibiendo visitantes. Uno de ellos fue un cura que iba prohibiendo todas las nuevas actividades. También llegó un hombre muy rico que se dedicaba a solucionar los problemas de la gente. Se llamaba Herbert. Poco a poco iba solucionando los problemas a cambio de lo que supieran hacer. Muchos quedaban endeudados como Jacob, que perdió a numerosas partidas de damas contra Herbert. Después de solucionar o agravar los problemas de la gente, celebró una fiesta que duró toda la semana. Después de enseñar un cuadro que representaba el futuro del pueblo, durmió durante días y días. Los visitantes se fueron y el cura, paciente, esperó a que se despertara. El tiempo pasó y el cura se fue, poco después Herbert despertó con un hambre atroz. La única comida que había eran los cangrejos, pero Herbert y Tobías bucearon hasta lo más profundo del mar llegando a ver numerosos mundos para encontrar a las apreciadas tortugas que allí se encontraban. Cosa que nadie sabía. El olor no volvía, por lo que Herbert se terminó marchando. Y sólo quedo Tobías con el secreto del mundo fantástico que Clotilde no creyó.








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